jueves, 17 de junio de 2010

No muero porque soy normal.


Solo hay dos maneras de morir siendo feliz. La primera es la aceptación total de la vida pasada y venidera. Conozco a muy pocos individuos con este poder y el 90% de ellos son individuos farsantes con sonrisas disfrazadas. La segunda es suicidarse cuando experimentas la cumbre de la felicidad.
Todo suicida sin excepción lleva sus actos de auto destrucción cuando su alma se descerraja en el fondo de un enorme pozo, este siempre será tachado de cobarde por no enfrentarse a la vida mirándola de frente.
Nadie se suicida cuando piensa que uno no puede ser más feliz, ¿y si está en la cumbre de la felicidad porque no lo hace? La vida carece de sentido llegado a un punto donde el camino que te espera es cuesta abajo.
Amigos, en este estado de embriagada felicidad la muerte no es una cobardía si no la más sublime de las valentías.
Nunca, repito, nunca podríamos medir, jamás podríamos calcular en la vida cuando hemos tocado la punta de la pirámide, la cumbre de la felicidad, sitio donde no hay mas camino excepto la vuelta atrás. (Un valiente solo se lo puede imaginar)
Bajamos de esa hermosa montaña cuando tenemos el deseo de subir más y más llevándonos a la frustración y a la rotura del alma humana.
Conozco el fondo del pozo y creo que he tocado la cima de la felicidad, puedo decir con total frialdad que jamás acabare con mi vida.
No soy lo suficiente mente cobarde para morir en el fondo del pozo ni lo suficiente mente valiente para matarme en la cima de la montaña, soy lo que los expertos denominan un ser corriente y vulgar.

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